viernes, mayo 30, 2014

Macarena.

Como un resplandor luminoso. Como una ráfaga de suave brisa. Como un envolvente perfume que va dejando a su paso la estela de un olor que penetra hasta lo mas profundo del alma. Como la sonrisa limpia de un niño. Como la caricia de las manos de una madre. Como el estremecimiento que sin saber por qué nos recorre el cuerpo de arriba a abajo. Como si la esencia misma de Sevilla se acrisolara bajo dosel. Como una inexplicable sensación que llena nuestros ojos de lágrimas de emocionada alegría. Todo eso y mucho mas nos produce la contemplación de esa venerada imagen que el mundo entero llama Macarena...

Y Ella está, una vez mas, reinando sobre Sevilla al cumplirse los cincuenta años desde que fuera Coronada en la Catedral al impedir la lluvia entonces que pudiera serlo en el simbólico templo-altar de la Plaza de España y precisamente mañana, a mediodía, irá por fin hasta allí para rememorar una fecha y un hecho que ha quedado inscrito con letras de oro en la memoria colectiva de todos sus devotos que es algo así como afirmar, sin temor a equívocos, que ha quedado grabado en el corazón de todos los sevillanos.

Macarena, la de la aureola inexplicable, que conmueve aún antes de que uno pueda llegar a vislumbrar su hermoso rostro. Macarena, la hermosa Virgen que cautiva tan solo pronunciar su nombre. Macarena, flor y piropo. Macarena, Mediadora y confidente de tantas cuitas íntimas y de tantas súplicas necesarias. Macarena, Madre y Protectora de la ciudad que tiene la dicha de contarla entre sus glorias mas preciadas. Macarena, refugio de tristezas y causa de nuestra alegría. Macarena, Macarena, Macarena...

A cuantos hijos tuyos recuerdo ahora, Madre mía, que ya no están con  nosotros, que estoy seguro estarán gozando en tu presencia.

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