jueves, marzo 04, 2010

Prohibido prohibir...

Y ahora, los toros. A nuestros políticos, con una excusa u otra, lo que sin duda más les gusta es poder demostrar su poderío prohibiendo algo y lo del momento es, en Cataluña, acabar con las fiesta de los toros cuya maldad ha sido comparada - no cabe mayor desfachatez - con la ablación del clítoris que en algunos paises se practica o con el mal trato infantil y cuya coartada, para que al final las corridas se acaben prohibiendo que es de lo que se trata para ciertos políticos y ciertas formaciones del espectro ideológico nacionalista, es la de montar una confrontación de argumentos en sede parlamentaria catalana para que se imponga la tésis de la barbarie y la crueldad de esta fiesta española...
Todo ello es lógica consecuencia de este voraz estado de las Autonomías y de la cesión - ¿dejadez, cabría decir? - del Estado nacional - perdón por tan reaccionaria expresión - a favor de las distintas Comunidades a las que se les ha trasferido hasta dicha posibilidad, es decir, la de decidir incluso sobre la supervivencia de una fiesta llamada nacional que, se quiera o no, parezca a algunos terrible o no - desde luego están en su perfecto derecho de pensar de esa manera - forma parte inseparable del acervo cultural de España, como lo forman también las Fallas de Valencia, la Sardana, el Zorcico - Zortziko, en euskera -, el Carnaval de Cádiz y una extensa relación de costumbres, paisajes, lugares y festejos que omitimos por la necesaria brevedad de estos comentarios.
Pero nada, ahora tocan los toros -con los que hay que acabar cuanto antes mejor - como tocó en su momento lo de las selecciones de fútbol u otros deportes y como toca también la convocatoria de pintorescas consultas populares, no precisamente respaldadas por el entusiasmo popular, para decidir sobre la autodeterminación de regiones del país, llamadas ahora Autonomías y si me apuran, naciones.
Y mientras tanto, el paro por las nubes, la economía hecha unos zorros y la representación de la soberanía popular, con los riñones bien cubiertos, por cierto, dedicándose a estos trascendentes asuntos de estado, como aquella propuesta en favor de los Gorilas, sobre todo si se trata de poder prohibir algo.
No cabe duda que a la puerta del hemiciclo del Congreso habría que colocar ese famoso cartel de prohibido el cante, tan habitual en nuestros bares, tabernas, baches y tabancos... A lo mejor nuestros padres/madres de la Patria acababan entendiendo que una Democracia no es el mejor sistema para coartar la libertad...

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