Tomando el nombre del anarquista que atentó, el día de su boda, contra el Rey Alfonso XIII y su esposa, hace ya meses apareció de forma abrupta en España el llamado Comando Mateo Morral que no tuvo ocurrencia mejor que colocar una bomba casera en la Catedral de La Almudena, en la capital de España y que ahora, en vísperas de las fiestas, ha hecho lo mismo en la Basílica de El Pilar, de Zaragoza, afortunadamente sin causar víctimas a pesar de que ni se avisó de la colocación del chapucero artefacto y de que en el templo, cuando se produjo la explosión, había bastantes fieles...
Es, tristemente, la España que muchos creen ya superada pero que sigue ahí en lo mas profundo de la obstinación de algunos, del odio irreconciliable, de la revancha, de la torcida interpretación sobre creencias ideológicas y por supuesto religiosas a las que cualquier ciudadano, según quienes así se conducen defiende a voz en grito y en pancartas, tiene derecho, siempre y cuando lo haga pacíficamente y sin poner en peligro a los demás, lo que no es el caso de estos Talibanes de pacotilla que a lo mas que llegan a aspirar es a sembrar el pánico poniendo sus explosivos en lugares de culto que identifican como reductos del fascismo rampante, precisamente el que ellos, con sus actos, practican.
Pero así somos y así, por desgracia, seremos siempre gracias a estos iluminados salvapatrias tan rechazables como aquellos otros contra los que apuntan y a los que les atribuyen todos los males de nuestro país. Triste y cierto y consecuencia de perniciosos empachos ideológicos con los que alguien interesado se ha dedicado a comerles el coco por si de su delictiva actividad se derivara algún día beneficio para la línea política que representan y que desean manifestar poniendo bombas en lugares de culto, que no hacen daño a nadie, y atentando indiscriminadamente contra gente pacífica que solo pretende rezar...
Y estos reivindican una sociedad libre, justa y democrática... ¡ De risa!
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